- por Exequiel Arias para el Diario del Juicio
PH Elena Nicolay
“¿Me escucha, señor presidente?” preguntó Jorge
Omar Lazarte el pasado jueves 29 de septiembre. El imputado, que participa de las audiencias de la megacausa
“Operativo Independencia” por teleconferencia desde Comodoro Py, pidió la
palabra ante el Tribunal con el objetivo de contextualizar el período histórico
en el que se desarrollaron los eventos que están en juicio.
Lazarte formuló una serie de consideraciones que,
en sus palabras, se oponen al “relato subjetivo, parcializado, plagado de
manipulaciones, inexactitudes y falsedades” que atravesarían tanto los
documentos oficiales del Ministerio Público Fiscal como los testimonios de las
víctimas, y que “no dan cuenta de un período muy importante de la historia
argentina”. En esta acusación expuso, como argumento pilar, la afirmación de
que “la República estaba en riesgo” y que la respuesta del gobierno
constitucional de María Estela Martínez de Perón fue acertada debido a la
pre-existencia de un contexto bélico en el sur de la provincia: “Muchos podrían
tomar como verdadero que, sin motivo cierto, las Fuerzas Armadas y de seguridad
desplegaron sus efectivos en el sur provincial” sostuvo Lazarte. En el mismo
sentido, agregó que la presencia en Tucumán de las Fuerzas Armadas no tuvo la
impronta de un ejército de ocupación, sino que surgió como respuesta oficial
ante la emergente necesidad de proteger la integridad territorial de la
provincia, en el marco del “escenario real de una guerra revolucionaria”.
Esta aseveración del imputado, que se encuentra en
perfecta sintonía con la “teoría de los dos demonios” (la falacia de que la
represión ilegal fue una respuesta a la violencia de la guerrilla), fue luego
respaldada por otros argumentos de matices similares: “El PRT tenía intenciones
de crear un brazo armado y el ERP quería instalar una zona liberada,
conformando un estado independiente en el sur de la provincia, para luego pedir
el reconocimiento internacional de las Naciones Unidas: buscaban cambiar
nuestra Argentina tradicional, con sus virtudes y defectos, por la patria
socialista en el marco del avance del comunismo; querían vulnerar nuestra
soberanía nacional” sentenció.
Cuando un
amor se va
Teresa Beatriz Alarcón relató al Tribunal lo que,
alarmadas, comentaron con su cuñada en agosto del 75, luego de los terribles
sucesos: que su hermano Jacinto fue detenido entre golpes y forcejeos, y que no
les dijeron a dónde se lo llevaron. El relato de Teresa fue contundente y dio
cuenta del miedo que les tocó vivir a ella y a su cuñada durante la
desaparición de Jacinto. Sin embargo, los hechos que dañaron a la familia
alcanzaron un volumen más profundo en las palabras de su sobrina Julia, quien
también prestó declaración ante el Tribunal Oral Federal para denunciar las
injusticias vividas por su padre.
En el año 75, Julia Elena Méndez vivía con sus
padres y hermanos en Villa Carmela. Su padre, Jacinto Reyes Méndez, trabajaba como peón en una finca cosechando
limones y como empleado en una constructora. Una noche, mientras todos dormían,
la familia escuchó fuertes golpes en la puerta delantera, seguidos de un
estrepitoso sonido de vidrios rotos. Cuando se despabilaron y prendieron las
luces, la casa ya estaba ocupada por una multitud de intrusos con rostros
cubiertos y que portaban armas. Julia relató que uno de estos sujetos la empujó
e hizo que se lastimara con un pedazo de vidrio que había caído de la ventana
que rompieron para ingresar, y que otro le dio dinero a su mamá para que la
llevara a un hospital.
Esa noche, su padre fue cargado en un auto y no
volvió por tres largos meses. Años después, Jacinto le comentó a su hija que lo
llevaron con los ojos vendados pero que logró darse cuenta de que se encontraba
en la Escuelita gracias a que escuchó, a lo lejos, un carro que anunciaba por
los parlantes la presentación de Leo Dan en Famaillá.
La madre de Julia buscó a su marido en muchos
lugares. La noche del secuestro fue hasta la Jefatura de Policía para averiguar
su paradero, pero el nombre de Jacinto no figuraba en ningún libro o acta de
detención. Posteriormente, presentó un habeas corpus en los Tribunales. Sin
embargo, estas acciones no tuvieron éxito y la familia se vio resignada a
esperar una respuesta. Tres meses después, Jacinto fue liberado y pudo regresar
a su casa. Parecía, en palabras de Julia, que había estado en un campo de
concentración. “Tenía ese aspecto que vemos en las películas de los alemanes:
flaco, barbudo, con la piel pegada a los huesos, todo lastimado y enfermo”,
relató Julia entre sollozos, “como que estaba ahí, pero su mente no: no se ha
recuperado nunca”.
Las heridas del pasado y sus secuelas, tanto en el
cuerpo como en la subjetividad de Jacinto, dan cuenta del grave error que
comete Lazarte al catalogar como “escenario bélico” al complejo contexto
socio-político que vivía Tucumán en el año 1975. Bajo ningún punto de vista, el
mencionado trabajador rural puede ubicarse en igualdad de condiciones con el
grupo armado que se lo llevó preso de manera sorpresiva y luego de un
allanamiento ilegal en su domicilio. Asimismo, la vigencia de un gobierno
constitucional en el momento de los hechos tampoco justifica la implementación
de prácticas de tortura y golpizas contra Jacinto.
La llamada “guerra” a la que Lazarte hace
referencia jamás existió: en todo caso, el Estado y sus fuerzas armadas fueron
los artífices de un plan destinado al aniquilamiento y exterminio sistemático
de una porción del pueblo argentino.
Jacinto Reyes Méndez, quien falleció a mediados de
este año, fue víctima del terrorismo de Estado. El relato de su hija ilumina el sendero que el Ministerio
Público Fiscal y los querellantes privados transitan cada semana en la búsqueda
de verdad y justicia. El testimonio que prestó Julia no
sólo constituyó una denuncia precisa, sino que también logró expresar la
angustia vivida en una época teñida por la incertidumbre. Un testimonio que,
atravesado por la tristeza de su más reciente pérdida, da cuenta de aquel
inconfundible dolor que Leo Dan expresa en uno de sus versos: “cómo sufre un
corazón cuando un amor se va”.
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