- por Javier Sadir de La Palta para el Diario del Juicio
Ese domingo se durmieron profundo. Para Plácida y Argentino era agotador trabajar en la cosecha. La empresa citrícola San Miguel les pagaba de acuerdo a la cantidad de limones que recolectaban y no podían llegar con pocos al final de la quincena teniendo cuatro hijos. Ese domingo se durmieron con la intención de arrancar el lunes con el trabajo duro. Pero el sonido de la puerta y la voz de la policía los despertó. Atolondrados. Entre el sueño, la pesadilla y la realidad. Así se levantaron de la cama los esposos que vivían en la calle San Juan, prolongación La Picada, de la localidad de Tafí Viejo.
- ¡Abran, es la policía!
La familia Roldán vivía en una casa esquina sobre un terreno grande. Allí cayó la policía aquella noche. La última noche que Plácida vio a su marido con vida, cuando lo despertó del sueño para avisarle.
- ¡Buscamos a Américo! ¡Que salga Américo!
- Aquí no vive ningún Américo- contestó Plácida.
Forzaron la puerta y entraron. Era una casa pequeña donde vivían los seis. La única casa en un amplio terreno rodeado de fincas.
- ¡Apágue la luz!- les ordenaron -Venga, Roldán. Le queremos hacer una pregunta a usted.
Argentino Roldán obedeció. Plácida quiso seguirlo, pero se lo impidieron. Solo alcanzó a ver que la gente que lo buscaba tenía uniforme militar.
- Usted, señora, quédese aquí y apague la luz- le dijeron –le hacemos unas preguntas a su marido y ya vuelve.
- Pero…
Pero no volvió. Y no fue suficiente el esfuerzo de Plácida por intentar escuchar lo que hablaban afuera como para encontrar explicaciones a lo que sucedía. Como no fueron suficientes los años para olvidarlo. Plácida corrió a despertar a sus hijos. Sabía que allí no podía quedarse.
- Madre, levante que vamos para el abuelo. Al papá lo lleva la policía- le dijo a la más grande.
Fue una carrera contra el tiempo. Ramona, la hermana mayor, intentó ponerle las zapatillas a la pequeña Norma. Mientras los hermanos varones escapaban de la casa de la mano. Al día de hoy, Norma no recuerda si salió descalza o con las zapatillas puestas, pero si recuerda el frío de esa noche.
Plácida tenía miedo de salir por la puerta principal, puesto que buscaba escaparse para pedir ayuda. La madre con sus cuatro hijos se fueron por una de las fincas vecinas que rodeaba la casa, en un camino contrario a la entrada. Cuando Plácida abrió la puerta para salir, aún tenía la esperanza de captar algo. Un auto, un sonido, un olor. Pero solo se encontró con niebla. Mucha niebla y algunas gotas de lluvia. A los pocos minutos de lo sucedido, los cuatro niños y la madre corrían en dirección a la casa de los abuelos. Oscuridad, caídas y desesperación. Se perdieron antes de llegar a la casa de los padres de Plácida.
El 13 de mayo de 1975, al siguiente día del hecho, el diario La Gaceta de Tucumán informaba el hallazgo de tres cuerpos en Río Colorado. Entre ellos se encontraba el de Argentino Roldán. Fueron los propios vecinos los que le hicieron llegar el diario a Plácida y, según dicen los familiares de Roldán, fue la intervención de un primo policía lo que permitió que el cuerpo sea entregado para su velatorio.
-El papá está muerto – le dijo el tío a sus sobrinos.
Argentino regresó a su casa en un cajón fúnebre cerrado. Solo a través de un vidrio, Plácida pudo reconocer el cuerpo. Lo velaron en la pequeña casa familiar, la misma casa de donde se lo llevaron la noche anterior.
***
La autopsia realizada por el doctor Carlos Julio Ledesma Padilla reveló que Argentino falleció por shock traumático ante lesiones de arma de fuego. “Fue fusilado, no puede haber muerto de otra manera”, declaró el médico del Instituto de Medicina Legal y Criminalística.
41 años después, esta historia se escuchó en el Tribunal Oral Federal de Tucumán, durante el desarrollo de la Megacausa Operativo Independencia. Un jueves frío, como la noche en que se llevaron a Argentino Roldán.
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