- por Natu Mamaní estudiante de Cs. de la Comunicación para el Diario del Juicio
La tierra fue testigo de sus muertes,
la
misma tierra que ahora escupe los silencios,
de
esos que asesinaron, torturaron, violaron
sin remordimiento
los cuerpos llenos de ideas, de vida, de juventud.
Fue la tierra quien cuido esos cuerpos que
se iban desintegrando debajo del suelo
suelo pisoteado por piernas vestidas con
pantalones verdes y botas negras.
Fue
el fuego el que dejó marcas rojas en la tierra,
ese fuego con el que se quemaron las carnes
tiernas,
de
esos que hoy no están.
Pero fue el fuego que ardía en sus cuerpos
rebalsados de historia,
el que los mantiene hoy vivos.
Pude ver la vida destrozar la muerte.
Pude ver en las fosas florecer plantas
verdes.
Pude ver aparecer en esas plantas a cada
uno de los desaparecidos.
¿Desaparecidos?
Nunca más desaparecidos, porque pude verlos
brotar de la tierra,
pude verlos dejar sus semillas en los
jóvenes que hoy también luchan.
Cada
una de esas plantas verdes, firmes
se
escapaban de la oscuridad de un pozo
fueron allí, abandonados y quemados seres
humanos,
empujan hoy el olvido, lo deshacen, y se
plantan en el suelo con un grito.
Gritos silenciados durante años, que hoy
resurgen de la tierra de esas fosas.
Septiembre que perfuma la memoria de
victoria, alegría y justicia.
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